Origen del término «presidente»

La palabra latina «presidere» está formada por el prefijo pre- (antes, delante) y el verbo sídere (sentarse), con el significado de «estar sentado al frente» y también «estar situado al frente para proteger a los demás».

El sentido de «sentarse al frente» en presidir fue evolucionando hasta significar «el que se sienta al frente de una asamblea para coordinarla», mientras que el de «proteger» evolucionó hacia «presidio».

Presidio era la «guarnición que se pone al frente de una plaza para protegerla» y la palabra fue usada inicialmente con ese significado para referirse a las guarniciones españolas en Marruecos.

Como los condenados eran enviados a estas guarniciones, la palabra fue adquiriendo poco a poco el sentido de «establecimiento penal».

Al menos etimológicamente, «presidente» y «presidio» tienen el mismo origen.

Estados Unidos: Este es un mensaje de FC

Este es un mensaje de FC.
Cartas de Freedom Club

[Matar o Morir Ediciones]

Traducido por Matar o Morir Ediciones desde The Communiques of Freedom Club, de The Anarchist Library.

FC (Freedom Club), fue un grupo terrorista que actuó entre las décadas de 1970 y 1990. Sus atentados, paquetes-bomba en su mayoría, eran realizados contra instituciones y personalidades ligadas al desarrollo tecnológico. Las bombas de FC causaron tres muertes y varios heridos.

En 1995, FC envía una carta al diario The New York Times donde promete cesar con el terrorismo si a cambio publican un extenso escrito, La sociedad industrial y su futuro, más tarde conocido como el Manifiesto de Unabomber. El artículo finalmente es publicado el 19 de septiembre de 1995.

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Chile, 2013: Comunicado por el hermano «Angry», Sebastián Oversluij

Con lágrimas en los ojos,
con los puños cerrados

“El silencioso andar insurrecto, los pasos meticulosamente pensados, detallados, es la voz de la coherencia, de enfrentar el mundo de la violencia cotidiana y sistematizada, y arrojarnos a la exquisita idea de libertad. Conversaciones clandestinas que culminan en la preparación de los hechos. No hay tiempo para pausas, es la urgencia de ser libres la que nos empuja a tomar poco y arriesgarlo todo. Faltan pocos minutos para hacerles saber que siempre estuvimos aquí, bajo sus narices, las manos me sudan, el frio del metal que escupirá nuestro odio está dispuesto, bien preparado, oculto, siempre oculto. Todo debe ser sorpresivo para ellxs, lxs eternxs defensorxs del orden burgués, por nuestra parte todo es acuerdo y organización. Nuestras ropas se acomodan al lugar y la hora, nada es casual, el nerviosismo propio de colocarse cara a cara con el enemigo y no saber si esta vez saldremos airosxs. Es el camino que decidimos llevar hace ya varios años, construido groseramente a pulso. El tiempo parece estar muerto, todo se ve asquerosamente tranquilo. Repaso lo acordado, tu allá, yo acá, nuestros bolsos vacíos, preparados para ser llenados de dinero, nunca será de nuestra propiedad lo que hoy vinimos a sustraer del flujo mercantil de una vida muerta, vivimos por una idea de libertad que no abandona.

Una vez más les haremos saber que siempre estuvimos aquí. ¡Es hora de entrar!”

 

“Una carpa color verde olivo impide ver al interior de la sucursal de Banco Estado ubicada en Avenida La Estrella, en Pudahuel. Los impactos de bala que atravesaron las ventanas de las mamparas y un arma de guerra descansando en el piso grafican el violento robo que ayer afecto al recinto bancario”.

Esta era la forma en como algunxs de nosotrxs nos enterábamos de los dolorosos detalles de la acción que protagonizaste el día miércoles 11 de diciembre de 2013, cuando junto con otras personas, te dispusiste a recuperar parte de la mercancía robada por lxs ricxs y poderosxs de este país. Y es que la vorágine de la guerra te llevo a más de un proyecto. Entendiste la coherencia entre el decir y el hacer, y supiste combatir las condiciones paupérrimas con las que se levantan esos sueños. El robo, la expropiación, no solo del dinero, sino también del tiempo de trabajo asalariado que recuperamos es lo que nos llama a utilizar una de las herramientas más manipuladas por los rebeldes de la historia. Compartimos tu decisión: Hay que aportar en la lucha, y entregaste lo mejor de ti.

Aquellas esperanzas que anhelaste creyeron verlas sepultadas junto con tu cuerpo acribillado bajo las balas mercenarias de un miserable peón del Estado/Capital, pero se equivocaron en una sola cosa: Nuestra idea de Libertad no muere. Nos hermanamos con cada forma de propaganda que utilizaste, valoramos tu entrega total y por completo, y eso es lo que hoy día reivindicamos.

Sebastián Oversluij Seguel murió de pie, luchando, feliz, combatiendo las miserias de este mundo, asaltando un centro de acumulación de riquezas, y nosotrxs, a pesar del profundo dolor que sentimos con tu partida, nos alegramos de haber tenido la dicha de conocerte en vida, de haber cruzado caminos y compartido sonrisas.

Hoy podemos ver todo el aparataje del Estado. La prensa siempre servil al régimen de lxs poderosxs, junto con las policías y fiscales se palmotean las espaldas, felicitándose mutuamente por el buen trabajo, lanzando burdas declaraciones con las que solo intentan aplastar al entorno cercano del compañero. La cacería se ha desatado, allanando casas, instigando a compañerxs, y buscando a personas. Por lo tanto el momento apremia la entrega máxima de voluntad y compromiso, acción y coherencia.

Saludamos la vida combatiente de Sebastián, su entrega desinteresada, y su lucha permanente, que muchxs podrán comentar (para bien o para mal, ya poco importa), pero pocxs se atreverán a caminar. Saludamos también a sus cercanxs que comprenden que parte del camino insurrecto es, paradojalmente, morir luchando. Reivindicaremos de ahora en más tus pasos peligrosamente libres.

Por lxs caídxs de ayer, de hoy. Por lxs que vendrán.

¡Guerra al Estado/Capital!
¡Viva la Propaganda por los Hechos!
¡Sebastian Oversluij: Presente!

Escuadrón Insurrecto Verdinegro Autos para Barrikadas
Célula Anticlerical Hortensia Quinio
Círculo Iconoclasta Michele Angiolillo
Núcleos Antagónicos de la Nueva Guerrilla Urbana
Anónimxs por la Destrucción
Amigxs de la Pólvora
Fracción Heterogénea de Weichafes Libertarios
Célula Antiautoritaria Insurreccional Panagiotis Argyrou – FAI/FRI
Célula Larga Vida a Ilya Romanov
Consejo Guerrillero Urbano Insurreccional – Claudio Lavazza Lanza Pankfletos

Chile, 1993: Bandera y capuchas

Corte de calle en el Campus Juan Gómez Millas, de la Universidad de Chile. Septiembre de 2008, a diez años de la muerte de Claudia López. Pincha en la imágen para ver más imágenes de aquella jornada.

Extraído de Ediciones del Conselheiro

[No era fácil ser adolescente en el chile de los 90s. Tenías inquietudes políticas pero la mayoría prefería la política de los consensos de la transición donde víctimas y victimarios se abrazaban para celebrar la maravillosa democracia. A fines de cuentas eran siempre las mismas familias que seguían siendo dueñas de todo, hermanos y primos que se peleaban entre sí por años pero después se volvían a reconciliar. No era fácil ser adolescente en el chile de los 90s. Lo que quedaba de resistencia a la dictadura y al capitalismo era asesinada o encarcelada… tampoco lográbamos entender las enredadas siglas de la cada vez más atomizada ultraizquierda… Decidir ser rebelde era ser huérfano de toda dirección política y militante… mirábamos con desconfianza también a algunos hippies que volvían del exilio diciendo ser anarquistas. No era fácil ser adolescente en los 90s, cuando toda la cultura de izquierda estaba impregnada de ese folclore de mierda desteñido, de zampoñas, bombos, charangos y guitarras, que veían como expresiones del imperialismo todo lo que fuera ruido de guitarras eléctricas, bajos y baterías, sea hxcpunk, metal o rock’n’roll en general… que era lo que más nos gustaba].

—¿Y ahora qué hacemo’? -dijo Vicho, después de escupir el último amargo sorbo de “yugoslavo”. Así llamaban al brebaje que tomaban, mezcla de cerveza y vino blanco.

—¡Vamos a cachar si encontramo’ una hueá abierta! -respondió uno que se encontraba más despabilado que el resto. Sigue leyendo

Reino Unido, 1949: George Orwell, escritor y colaborador

En el lujoso Hotel Gran Palace, Charly García promocionaba su disco Clics Modernos mientras, paralelamente, en la Catedral Metropolitana de Santiago tocaba el pianista Claudio Arrau, con una pantalla gigante hacia la Plaza de Armas. Y en las paredes decía: «Lea 1984». Tal cual. Escrito con spray azul en tapias de ladrillo mal pintadas de blanco en calles anegadas por la bruma. Era 1984, era Santiago de Chile.

Por esos años circulaba una edición barata de papel amarillento, una traducción hecha en Chile -Samuel Silva fue el hombre- tan buena como la mejor de España. De hecho, muchísimo mejor, porque en las ediciones peninsulares de 1984, el Gran Hermano había hecho lo suyo y muchos años después de la muerte del Caudillo, aún circulaba con los recortes que había perpetrado en la novela la censura franquista. Pero eso se supo después.

A 35 años de ser publicada por primera vez, por fin había llegado 1984 a Chile y, entre el momento en que se levantaba la censura a los libros -en julio del 83- y volvía a instaurarse el Estado de Sitio, fue posible enterarse de qué significaba 1984: la distopía en dosis letales para quienes apenas se asomaban a la utopía.

Por esos días, en Santiago, habían quienes no necesitaban de distopías literarias: recibían lo suyo cada día en forma de gas lacrimógeno, allanamientos nocturnos, balines de goma y otros de plomo, ametralladoras punto 30 emplazadas sobre siniestras camionetas Chevrolet C-10. George Orwell, si le hacemos caso a su fama, habría querido compartir sus días con ellos: en el mundo de 1984, (hoy en día menos orwelliano y más huxleiano) podía sentirse aún una corriente común, una continuidad entre la denuncia de la exclusión de los años 30′ y la lucha contra la exclusión de los 80′; entre las barricadas anarquistas de Barcelona en 1936 y las pilas de neumáticos calientes de La Victoria o cualquier población marginal del Chile pinochetista.

Fue precisamente en Barcelona donde se fraguó 1984. Orwell ya no se llamaba más Eric Arthur Blair, el nombre con que había nacido en Motihari (actual India), y se educó en el prestigioso Colegio Eton, una escuela privada de Inglaterra, para cumplir con la «baja clase media-alta» a la que decía pertenecer. Había renunciado a estudiar en Oxford o Cambridge, y se había hecho policía en Birmania, cuando éste país aún era parte del Imperio Británico. Luego renunciaría a ese empleo. Tenía 33 años y creía en la revolución cuando llegó a España para matar fascistas, pero terminó defendiendo a tiros, en mayo de 1937, la sede del Partido Obrero de Unificación Marxista, el grupo trotskista en cuyas filas se había alistado casi por casualidad. Al otro lado disparaban los bien equipados milicianos comunistas. Era el fin de lo que alguien llamó «el corto verano de la anarquía».

Allí, tomando el partido de los doblemente derrotados, George Orwell aprendió a desconfiar de la Rusia soviética y terminó de hacerse cargo, según su último biógrafo y comentador, Christopher Hitchens, de «los tres grandes temas del siglo XX»: el estalinismo, el imperialismo y el fascismo.

Celia Kirwan

En marzo de 1949, una tal Celia Kirwan acababa de emplearse en el Information Research Department (Departamento de Investigación de la Información – IRD), una unidad dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña para combatir la influencia, infiltración y propaganda soviética. Su pequeño escaño fue como asistente de Robert Conquest, un licenciado en historia de la Universidad de Oxford, Inglaterra, que se había afiliado al Partido Comunista Británico en 1937. Durante la Segunda Guerra Mundial, Conquest se convirtió en agente de inteligencia. En 1944 fue enviado a Bulgaria como oficial de enlace con el ejército local. Tras el fin de la guerra, trabajó en la Embajada Británica en Sofía -capital del Bulgaria-, donde presenció el crecimiento de la influencia soviética en el país: en 1946, se proclamaría la República Popular de Bulgaria. Este hecho marcó su quiebre con el comunismo, al punto que cuando regresó a Londres, en 1948, se sumó al recién inaugurado Information Research Department, donde comenzó a estudiar en profundidad a la URSS, hasta 1968, cuando publicaría su best seller El Gran Terror.

Pero no estábamos hablando de Conquest. Una de las primeras cosas que le vino a la mente a la señorita Kirwan, fue visitar a George Orwell en el sanatorio donde el escritor se estaba tratando la tuberculosis que padecía. Tras conversaciones, Orwell hizo una lista con los nombres de personas que él consideraba, de alguna manera, cercanos a las ideas comunistas y, por lo tanto, como «indeseables» para el IRD, y se las envió a Celia Sigue leyendo