
Toni Negri durante el Proceso del 7 de Abril. Atrás, varixs de sus co-imputadxs. Tiempo después, Negri pasaría de ser enjuiciado por el Estado a participar en él en el Parlamento.
Nota de la redacción: Va un viejo texto crítico sobre el respetado profesor Negri, un gatopardo con refinadas habilidades para ir donde calienta el sol. No es casualidad que sus dos visitas a Chile se hayan enmarcado en el desemboque de álgidos conflictos sociales, en 2005 con la experiencia de las protestas por la cumbre de la APEC y en 2011 cuando el movimiento estudiantil había desbordado cualquier pronóstico.
El profesor Negri es una de esas curiosidades que pululan en el ambiente revolucionario: a pesar de que nunca fue un combatiente, sí alcanzó una fama enorme en el mundo de la lucha social revolucionaria de los años 60 y 70. ¿Su aporte? Fundar Potere Operaio y teorizar, teorizar mucho. Algo así como lo que ha hecho Alberto Mayol en Chile, viviendo en base a un movimiento ocasionalmente conflictivo. Así vivía, entre sus cátedras sobre Teoría del Estado en la Universidad de Padua y sus aportes a distintas revistas marxistas, cuando fue arrestado en el Proceso del 7 de Abril de 1979, acusándosele (junto a otros investigadores de la Universidad de Padua, periodistas y militantes fundadores de Potere Operaio como Emilio Vesce, Oreste Scalzone, Franco Piperno, Luciano Ferrari Bravo, Alessandro Serafini y Alisa Del Re) de varios cargos. Al profesor se le apuntó como autor intelectual de la muerte de Aldo Moro. (¿Podría acusársele de algún cargo no intelectual, acaso?), lo que le significó pasar unos cuantos años en prisión. En sí, todo el Proceso del 7 de Abril significó la puesta en marcha al por mayor del Teorema Calogero (también llamada Teoría del Entorno), propuesto por el magistrado y militante del Partido Comunista Italiano (PCI) Pietro Calogero, el que a través de amalgamas y silogismos agrupó a todos los que se situaban a la izquierda del PCI, desde el movimiento autónomo a las Brigadas Rojas, dentro del gran saco de un «partido armado» dirigido por hábiles y pérfidos «malos maestros». A tal punto llegaría la fe en estas hipótesis de autorías intelectuales que, en 2010, Pietro Calogero, por fin jubilado y con 70 años, publicará sus memorias en su libro Terror Rojo. De la autonomía al partido armado, firmado con Michele Sartori, periodista de L’Unità (dependiente del PCI) y Carlo Fiuman, profesor de la Universidad de Padua. En él, prosigue imperturbable en sus desvaríos sobre conspiraciones y secretos, a pesar de que los testimonios y las sentencias de los tribunales hayan afirmado lo contrario.
En septiembre de 1982, la firma del profesor Negri apareció junto a la de Paolo Virno y otros presos de la cárcel de Rebibbia, miembros de Potere Operario, Guerriglia Comunista, Unità Comuniste Combattenti y otros tantos del área de la autonomía obrera, el texto Una Generazione Politica Detenuta, conocido como «el manifiesto de los 51», un documento de disociación (rechazo de la lucha armada pero también de la delación). La «estrategia de la disociación» fue una apuesta del Estado por desarticular la lucha armada revolucionaria en Italia, cavando profundas divisiones en el movimiento autónomo. En palabras de Rolando d’Alessandro: «Gracias a un trabajo minucioso de todas las fuerzas contrarrevolucionarias, lo que nunca hubiera tenido que salir del ámbito de un debate sobre oportunidad política se convirtió en sentencias con connotaciones moralistas y se impusieron nuevas verdades como que «en democracia todo se puede conseguir sin violencia» o que «la violencia lleva a la sinrazón», verdades que tendrían su eco en numerosos pseudoanálisis que se iban a fraguar dentro de las áreas antagonistas mismas, del tipo «las pistolas acallaron las voces del movimiento», de mucho efecto propagandístico y de ningún espesor político». Este fenómeno, fue tratado en su tiempo en el escrito El fin de la clase política de la Autonomía Obrera Organizada y, más tarde y brevemente, por Salvatore Verde en su libro Máxima Seguridad. De las cárceles especiales al Estado penal (especialmente en los capítulos Las cárceles especiales y el «pentitismo» y El fin de la emergencia).
Al año siguiente, en 1983, y mientras cumplía su prisión preventiva, el profesor Negri fue candidateado y elegido como diputado por el socialdemócrata Partido Radical, concediéndosele el fuero y logrando pisar la calle nuevamente, hasta que la inmunidad le fue revocada. Pero ya estaba auto-exiliado en la Francia socialdemócrata de Mitterrand, aprovechando el asilo político que se le había ofrecido, mientras que ese mismo gobierno pateaba puertas y allanaba hogares y centros sociales buscando a los compañeros de Action Directe y de la izquierda extraparlamentaria. Allí, Negri siguió teorizando y desde donde regresó en 1997 a cumplir su condena, reducida a 12 años. Desde 2003 entró a obtener beneficios de salidas periódicas.
El Proceso del 7 de Abril terminó con 80 imputados, 70 absoluciones, 60 mil indagados y 25 mil arrestos. Scalzone fue condenado a 8 años; Piperno a 2, pero se auto-exilió en Francia hasta que la pena prescribió. Vesce fue absuelto.
Ciertamente, el profesor Negri siempre estuvo intentando encabezar el movimiento autónomo italiano de los setenta («autónomo», entendido como comunista anti-estatal y anarquista), y cuando éste se desgastó, siguió desarrollando su figura de falso crítico, pasando, sin asco, de las calles al parlamento, allí donde se parla, donde se dialoga con los demás poderes del Estado. No olvidar que un parlamentario compone un poder del Estado, por lo tanto es parte de él y ayuda a mantenerlo; aunque sueñe con que pueda cambiarlo: sólo las pesadillas pueden despertar al individuo. Sólo las acciones son capaces de transformar la realidad, las condiciones materiales objetivas. De eso, el profesor Negri conoce bastante. E insistimos en llamarlo profesor, porque eso es lo que es: jamás un revolucionario.
Independientemente de las diferencias que puedan tenerse con el comunismo, con el marxismo, no se puede obviar la importancia revolucionaria que este movimiento ha tenido en la historia de los grupos explotados. Basta con recordar bajo qué ideas se articuló la resistencia armada a la dictadura en países como Argentina, Chile o Brasil.
De la misma manera es necesario aclarar la molestia que nos produce dejar en éste sitio una nota hecha por la gente de Comunizacion.org, quienes han tratado a compañeros como Gabriel Pombo da Silva con adjetivos que no nos interesa revivir. Sin embargo, un texto no se transforma en inútil por quien lo escribe, y la nota de Comunizacion.org sirve en este caso para darle un contexto a lo que se narra más adelante. Sólo en este caso.
Aunque este panfleto desnuda muy bien a Toni Negri, hay un pequeño libro anónimo titulado Bárbaros, la insurgencia desordenada (inglés | italiano), publicado por Edizioni NN en 2002 y que nació como una respuesta anárquica al libro Imperio, y que termina con una feroz crítica a Negri, una crítica mucho más afín y compañera, sin esas típicas alusiones y vivas al proletariado que más parecen invocaciones religiosas a una clase social muerta como proyecto revolucionario. No afirmamos que el proletariado no exista ni nada parecido, pero hay que entender que la clase obrera no es revolucionaria ni por defecto ni porque así lo diga alguna ideología.
Ahora bien, cuando el texto que dejamos a continuación habla de que la muerte de Aldo Moro fue perpetrada cuando «las Brigadas Rojas (…) ya estaban infiltradas y bajo el control de la policía secreta», estamos frente a un típico mecanismo de defensa de los situacionistas, esnobs y otros tantos espectadores de la revolución que deliraban con que las Brigadas Rojas, los Núcleos Armados Proletarios y otros grupos armados estaban infiltrados. Esa misma crítica, por ejemplo, fue empleada en Chile por el Partido Comunista (históricamente de una tendencia apegada a los marcos legales) hacia algunas acciones realizadas por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria en los años 70′ y 80′, y luego apuntadas hacia el MAPU-Lautaro (años 90′) o, en años más recientes, hacia los bombazos reivindicados por anarquistas.
La muerte de Aldo Moro ocurrió durante 1978, en medio de la campaña del Ataque al Corazón del Estado para combatir al compromiso histórico del PCI (Partido Comunista de Italia) y la Democracia Cristiana, de la cual Moro era uno de sus dirigentes asegurados. Luego, las Brigadas Rojas se fraccionarían y seguirán impulsando la lucha armada hasta bien avanzada de década de 1980 cuando, junto a los compañeros de Acción Directa (Francia), y la Fracción del Ejército Rojo (Alemania Federal), impulsan el Frente Anti-imperialista. Por supuesto que los compañeros sufrieron infiltraciones de la policía y organismos de seguridad, como ha ocurrido desgraciadamente con muchas guerrillas, pero decir que estaban dirigidas por el Estado o el propio PCI, como en más de una ocasión insinuó el señor Debord —«un intelectual de la corte del Príncipe Proletariado», como tan bien lo definieron unos compañeros de Italia—, es una afirmación simplemente estúpida que no se sustenta en nada, salvo en la mala fe de quienes la escupen.
En palabras de Alessandro Stella: «Más de treinta años después, y aunque todos los informes policiales como las sentencias de los tribunales demostraron que los grupos armados de esos años estaban formados por obreros, estudiantes, proletarios e intelectuales, que sus motivaciones eran sociales, que tenían una ideología comunista y querían un cambio político radical, los fabricantes de opinión siguen manteniendo una interpretación o visión misteriosa de la historia. Detrás de las Brigadas Rojas y otros grupos armados, tenía que haber forzosamente alguien más -aunque nunca nombrado, nunca descubierto-, que actuaba en la sombra con fines completamente diferentes a los de estos brigadistas, tan ingenuos que ignoraban estar siendo manipulados. Entre otros periodistas, políticos y profesores, el politólogo Giorgio Galli ilustra este pensamiento mágico. En su libro de 2004 Plomo Rojo. La historia completa de la lucha armada en Italia de 1970 a hoy -con título del viejo oeste y un subtítulo de tesis universitaria-, vuelve a plantear, en más de quinientas páginas, la tesis de la manipulación de los grupos armados de izquierda por un poder oculto.
La teoría de la conspiración, de las conexiones con servicios secretos extranjeros, toda la dietrología (estudio de lo que hay detrás, de las causas ocultas de los acontecimientos) tiene su origen en un negacionismo de clase profundamente anclado en el subconsciente del pensamiento elitista burgués -no solamente italiano-. No pueden admitir que personas consideradas como obreros puedan tener inteligencia para dirigir acciones que pongan en apuros no solamente a las grandes empresas industriales sino también a las más altas autoridades del Estado. Necesitan ver a manipuladores, a títeres que mueven los hilos de los brigadistas para sus propios y misteriosos fines. Así, el juez Calogero y otros personajes delirantes acusaron a intelectuales, profesores universitarios, periodistas, poetas y escritores, entre otros, de dirigir las Brigadas Rojas y a un imaginario partido armado. Todo ello debido a que eran incapaces de admitir que obreros como Mario Moretti o Rocco Micaletto no necesitaban ni buenos ni malos maestros para pensar».
La infiltración es algo que exclusivamente deben investigar los compañeros comprometidos con la guerrilla, y su versión siempre será la más acertada, aunque jamás exacta. Los demás análisis conspiracionistas, o vienen del Estado o de quienes postulan a él, y en ambos casos son basura.
Lleva años esta teoría, esta leyenda metropolitana sobre la posibilidad de la infiltración de los servicios secretos. Todavía hoy se sigue hablando de esto. En realidad, ninguno la ha demostrado realmente.
Yo fui casi la útima en ser arrestada, el 19 de junio de 1985, y conozco a todos los compañeros de las Brigadas Rojas. Si alguien me dijera quién es un infiltrado, se lo agradecería, porque yo no lo conozco. Si alguien lo conoce, que me lo presente.
Barbara Balzerani,
3 de marzo de 2016
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Nota Hommodolars: En la siguiente introducción se explica el contexto de la visita anterior de Toni Negri, un teórico muy de moda que, como «intelectual de izquierda», cumple a cabalidad su función de «hablar» y «estudiar» a Marx con la apariencia de una «profundidad» que no es más que pura fraseología para liquidar lo esencial de su pensamiento práctico revolucionario, obteniendo las loas de la «izquierda» y, cómo no, del Capital. En su primera visita, a fines de octubre de 2005, se repartió un texto anónimo donde se dejaba en claro la funcion de este personaje y que reproducimos gracias a una colaboración solidaria. ¡Ah! si nunca ha entendido la frase «falso crítico», quizás esto podría ayudarle… (el personaje estará en la Universidad Diego Portales, con la conferencia «Lo común y la acción política hoy» y el coloquio «Biopolítica de lo común»).
Nota Comunización: Hace exactamente seis años, el eminente profesor Negri estuvo de visita en Chile, ocasión en la que fue ovacionado y adulado por la comunidad universitaria congregada en cierta barraca de conferencias de la Universidad Arcis. El evento, pese al entusiasmo extático de la concurrencia, no estuvo libre de inconvenientes. Durante la charla, en efecto, algunos elementos que no estaban nada satisfechos con la presencia del profesor Negri, se las arreglaron para interrumpir el suministro eléctrico, haciendo que por momentos la cháchara del conferenciante fuera completamente inaudible. De vez en cuando, asimismo, salían de entre el desganado público gritos insultantes dirigidos contra Sigue leyendo →