Chile, 1997: Carta de Ricardo Palma Salamanca a su madre

1-n01-dbokdg8t2rutwujrmaMadre:

Sólo la ilusión es vida y el aire es de ceniza que calcina como un parto de mujer, la vida se me iba como lágrimas en la lluvia y yo seguía mirando el sol bajo los puentes. Sólo miré un hoyo que se enquistaba en la tierra y mis alas de cuervo no se quemaron como las de Ícaro, que voló más allá de sí mismo; volar también es un desgarro, una vuelta a sí en un océano de sangre, un poco de sangre en el océano cubierto de nubes y hombres, la vida es eso, un conjunto de circunstancias desarticuladas que toman una dirección bajo el imperio de lo inentendible, por más que sigo mirando las cosas que me rodean, más lejos estoy de la razón, más ausente de una explicación que me lleve a guardar mis manos en los bolsillos.

Madre, estoy viviendo con el corazón abierto, estoy con las manos buscando las piedras que se olvidaron de mí en muchos años, viendo las noches, madre, y las estrellas como si fueran el primer año del mundo y de las cosas. Qué vertiginoso ha sido todo, qué intensidad terrible, es por eso que aún es todo lento, pero la sonrisa ha vuelto, y los ojos brillas, aún queda el cansancio del alma que irá muriendo con el agobio de mi piel.

Madre: estoy vivo, estoy en el mundo de la vida, pero ese oscuro beso que la historia depositó en mis labios quedarrá como el ámbar sobre los árboles, quedará como esa parcela que la muerte alquiló sobre mi espalda.

Llegará el tiempo de una carta más larga y más pausada donde la modulación de mi voz, convertida en signo, no será signada por la intensidad telúrica de mis pasos. Amor a tí madre, y gracias por el don de la vida, gracias a tu lealtad de «perro» bajo la lluvia, a tus ojos de coral submarino y a tu piel de cetáceo alado. Amor a todos los que siguieron sonriendo a mi lado; a tus vástagos de acero (mis hermanas) amor a ellas dos; al viejo (que por esas cosas de la vida me lo crucé en la calle y sólo me reí); a mis hermanos de siempre; al guatón que «un par de días antes me dio la idea del vuelo» jo, jo; al Cururo y su cariño de siempre.

Bueno, todo ok y la vida continúa
(ahora te haces el machito, tonto llorón),

el auténtico Richard Kimbal.

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