Nota de la redacción: Esta carta fue escrita y difundida cuando el compañero estaba preso en las cárceles del Estado italiano, en el marco de la Operación Osadía, que tuvo por finalidad crear una especie de Caso Bombas respecto a diversos ataques reivindicados por la Federación Anarquista Informal-Frente Revolucionario Internacional (FAI-FRI). Esta no fue la primera vez que Sergio estuvo implicado en un caso así. El 27 de julio de 2004 fue arrestado durante la Operación Cervantes, también por una serie de ataques reivindicados por grupos de la FAI (en ese tiempo, sin el «FRI»). Específicamente, a sergio se le acusó de una bomba incendiaria fallida contra una carnicería y por posesión de copias del folleto «Ad ognuno il suo. 1000 modi per sabotare questo mondo» (A cada uno lo suyo. 1000 formas de sabotear este mundo). Años más tarde, el 22 de octubre de 2013, sería condenado a 3 años y 3 meses por el robo de un automóvil en la fracasada Operación Shadow, llevada adelante por la porfiada fiscal Comodi (misma que de la Operación Osadía). Pese a ello, Sergio lograría su libertad dos meses después, a sus 30 años.
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Para acabar con el culto de la carroña[1]
Hace cuatro años murió Mauri, mientras sin vacilación seguía la trayectoria de lucha que eligió. Al relámpago de la explosión, que lamentablemente lo golpeó a él en vez de a los enemigos a los que les estaba reservado, siguió el estruendo que sacudió el espíritu de todos nosotros, sus hermanos y hermanas esparcidos por el mundo y animados por el mismo deseo de destrucción de lo existente.
La alegría que siempre surge al descubrir un corazón afín fue ahogada por la conciencia de que aquel corazón ya no hubiese bombeado más sangre y rabia. Mauri no fue el primero en morir por su elección de no separar nunca el pensamiento de la acción, lástima que tampoco será el ultimo, pero no estoy seguro de que las lágrimas sean la mejor manera para recordarlo. En los últimos años, Mauri no fue dejado podrirse en una fosa, sino que continuó vivo y luchando en cada ataque que se ha dedicado a él o no. Las llamas se propagan mientras que haya combustible, así su alegría no puede extinguirse hasta que continuamente golpeemos al enemigo y las acciones son el oxigeno que alimenta las llamas, antes que tantas palabras sofoquen, reduzcan la pequeña llamarada extinguiéndola.
No decaemos en el culto a la carroña[1], no aplastaremos los cuerpos de nuestros hermanos y hermanas bajo metros de tierra y no confundimos las estatuas de mármol con las que unos creen honrarlos sino que, como Ravachol, seamos profanadores de Sigue leyendo